26 marzo, 2015

Silencios de advertencia.

Y todos le avisaron, todos le advirtieron, incluso ella misma, que si quería ver a esa flor en su plenitud no podría insistirle para que floreciese para él. Pero él, haciendo caso omiso a todas las advertencias, le insistió, le atosigó, obteniendo, como única respuesta, el silencio de los pétalos marchitos.
Y a partir de ahí, él comenzó a culpar a la flor por no florecer, por no enseñarle lo bella que podía llegar a ser, en lugar de culparse a él por no haber hecho caso a todas las normas que le habían dado. Porque pensó que con él la flor sería diferente, y que por saltarse las normas no iba a pasar nada, pero pasó. 
¿Y cómo acabó todo? Con la flor como culpable porque a él le era más fácil culpar a los demás que culparse a sí mismo por no haber hecho bien las cosas.

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